Este es el adiós anunciado y ahora, inevitable.
Hemos procurado que el hasta siempre sea fácil de digerir y, sobre todo, entretenido.
Ahí va.
Tras varios encuentros y conversaciones, los cuatro mantenedores "administrativos" que actualmente tiene el blog (sin contabilizar colaboradores y otros amigos) coincidimos en que el escenario es el siguiente:
El "golpe de estado" en el comité intercentros y el triunfo del editor en el referéndum que aprobó otra reducción de salarios (más el rosario de medidas que conlleva, incluidas las profesionales) significan que la mayoría de los trabajadores de La Voz de Galicia SA dan por bueno uno o varios de los argumentos siguientes:
"Santiago Rey merece que me sacrifique"; "Santiago Rey es lo menos malo que me puede suceder"; "madrecita, que me quede como estoy"; "ande yo caliente y ríase la gente"; "se non o fago eu, o fará outro"; "tengo que comer cada día y lo demás me importa un pimiento", "o que paga, manda" (máxima de la que hay una versión más extrema: "quien paga, paga para tener la razón aunque no la tenga"); "la dignidad no se come"; "esto no hay forma de evitarlo", "tengo hijos y debo ser práctico"; "la hipoteca me obliga"… etc. etc. etc.
Los argumentos son muy variados, pero convergen en un "sí, señor".
En lo tocante a ExVoz, el mensaje que nos ha enviado esa mayoría cabe resumirlo con una expresión más cercana: "ide rañala"
Nada nuevo. Nada que objetar.
De hecho, la misma expresión y también sin verbalizar fue la utilizada por los miembros de "el grupito" cuando nos "invitaron" a abandonar la empresa, nos empujaron a la prejubilación o nos despidieron.
«Ya os lo dije, en La Voz hay muchos...»
Pero queremos ser sinceros. Reconocemos que sí nos causó cierta sorpresa (y notable desazón) que entre los trabajadores anidara una mayoría dispuesta a flagelarse, quedar al pairo y, de paso, invitarnos indirectamente a silenciar este blog (hablamos en términos generales y de significados, sin personalizar, pues de todo hay entre los del "sí, señor").
Afortunadamente para nuestros corazones, el "golpe de estado" que desarboló el comité intercentros ya nos puso en guardia. Una vez consumado ese atropello, la saludable predisposición a aceptar otro "accidente" fue reforzada por J. con una de sus rotundas inyecciones de realidad: «¿Y ahora qué?... Ya lo advertí, en La Voz hay muchos (insulto impublicable) y muchos vendidos!».
El pasional J., que es "uno de los nuestros", prefiere navegar en ríos de aguas rápidas y cristalinas que en tranquilizadores y amarronados meandros.
Conste que serenado el ánimo, hasta J. reconoce que los realmente (bis del insulto impublicable) son pocos, pero poderosos.
Esas y parecidas reflexiones o aseveraciones nos han transmitido también las personas que todavía están empleadas en el Grupo Voz y que en mayor o menor grado han colaborado con nuestro blog.
Los amigos y conocidos no asalariados ni exasalariados de La Voz que han mantenido relación con este blog son menos condescendientes. Valga como prueba de ello que cuando conocieron el resultado del referéndum fueron más expeditivos que J. pero, en todo caso, la más racional y también la más generalizada de las opiniones de quienes son ajenos a La Voz cabe resumirla así:
«El resultado del referéndum nos ayuda a entender que La Voz vaya a peor como periódico porque si los periodistas aceptan una grave injusticia laboral con tanta facilidad, ¿qué harán cuando deben informar prescindiendo de las presiones políticas, económicas e institucionales?, ¿cómo reaccionarán cuando un superior jerárquico les haga indicaciones informativas interesadas, dé instrucciones manifiestamente erróneas o censure un texto o una foto, o los imponga?»
Salito, "el Tersch gallego", golf, fotos prohibidas...
Nos quedan muchas cosas en el tintero. Por ejemplo, varias anécdotas de Santiago Rey que ilustran su deterioro como editor... La gala de presentación en Madrid y el concierto de Salito Pop Rock financiado por La Voz, por ejemplo, haría reír al más serio y estirado de nuestros lectores.
Tampoco hemos contado los méritos que de la noche a la mañana convirtieron a "un amigo de Lendoiro" en subdirector; ni cómo aprendió los céntimos de euro una periodista especializada (¿?) en economía; o por qué se margina a tal o cual gabinete de comunicación empresarial y, en cambio, se publica todo lo que envía otro aunque remita cuentos para niños y a veces, también propaganda pro nucleares.
También quedan en el tintero las técnicas que han practicado algunos colaboradores para amigar con el editor (por ejemplo, la táctica empleada por "el Hermman Tersch del noroeste", ese "poeta porque lle peta" que en ocasiones escribe en castellano insertando palabras o frases en gallego, suponemos que para ejercer de lo que más le gusta: "o verdadeiro defensor da Galicia verdadeira", mezcla de lenguas con la que además intenta ser más auténtico y creíble).
Es una pena que vayamos a "rañala" porque tampoco hemos contado quién es el alto cargo actual que en su día asesoraba a Cuiña Crespo desde la redacción central; ni porque los coruñeses, sobre todo los pudientes, son propensos a relacionar La Voz con el club de golf... ¡Que cosas tan curiosas!, ¿verdad? Ni tampoco hemos narrado por qué se prohibió durante cierto tiempo publicar fotos en las que apareciera el hoy ministro de Justicia, Ruiz-Gallardón.
Si supieran ustedes los "caprichos" editoriales que han determinado numerosas decisiones informativas, sonreirían, seguro, para concluir "¡ahora entiendo que...!"
Las decisiones más llamativas y los "caprichos" casi siempre se ordenan en el nombre de Santiago Rey, aunque en numerosas ocasiones queda la duda de que ese origen sea realmente cierto.
Tener la facultad de decidir lo que se publica y lo que se veta abre muchas puertas. Amén de que ayuda a procurar o da acceso a otras cosas. ¡No lo saben ustedes bien!
Y desde hace unos años los "caprichos" y las órdenes reales o supuestas del editor van a más.
En fin, quedan muchas cosas en el tintero, pero la verdad es que nos importa un pimiento. Sí, un pimiento tanto o más grande que el de quienes votaron "sí, señor".
Cinco cederrones, pues nunca se sabe...
¿Por qué nos importa un pimiento ir a "rañala"? Porque ya hay quienes trabajan en contar la historia e historias de La Voz y de su último editor, libro (o libros) que ofrecerá más y mejores datos que nosotros y que, inevitablemente, dará mucho que hablar en esta ciudad de silencios a la que unos conocemos por A Coruña y los de siempre, por La Coruña. ¡Hasta dicen adiós con la premiada canción de Massiel! (Sí, el exregidor del "La, la, la" también saldrá en la historia de La Voz, por ejemplo cuando se narran las obras llevadas a cabo en la antigua sede del periódico en Cuatro Caminos, entre otros detalles).
No nos importa que queden tantas cosas en el tintero debido a la voluntad de la mayoría del "sí, señor" y, además, porque no tiraremos nada a la basura. De aquí unas semanas o unos meses también desaparecerá el blog de la Red (una vez dejemos de publicar, el borrado final lo decidirá Blogger), pero conservaremos sine die lo publicado y lo que se ha quedado en el tintero.
Ya tenemos todo el material guardado y ordenadito, pues nunca se sabe…
¡Que poco ocupa lo mucho que atesoramos! Todo en cinco cederrones. Podían ser solo dos, pero hemos dividido por temas tanto los textos como los documentos.
¿Saben cuál es el episodio que hubiéramos contado con la sonrisa más grande? Uno cuyo segundo párrafo empieza así: «El editor no se habla ni con el primo al que hizo venir de Madrid para luego…»
¡No!, no insistan, lo lamentamos pero no podemos precisar nada más porque se enfadaría el autor de uno de los libros que están en proceso de fabricación (largo, minucioso y riguroso proceso de fabricación).
En fin, hasta aquí ha llegado ExVoz.
¡Mayoría del "sí, señor"!: respetamos vuestra opción y atendemos vuestro mensaje, habéis elegido que la arbitrariedad de unos pocos decida el futuro de la empresa, y a nosotros nos habéis gritado "ide rañala". Obedecemos... De nada.
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NOTA: En el post del pasado día 7, a propósito de la sentencia de la Sala de lo Social del Superior de Galicia relativa al "caso Soli", comentábamos que la trabajadora despedida todavía no había decidido si recurriría al Supremo. Pues bien, ha recurrido.
En el mismo post también manifestábamos nuestra intención de comentar la sentencia del Superior, pero hemos decidido que siempre es mejor que corra el agua, sobre todo cuando baja sucia.
Si finalmente optamos por orillar el asunto no es solo porque la mayoría del "sí, señor" haya gritado "ide rañala", sino también porque un intento racional de comprender las causas del fallo nos obliga a entrar en un jardín repleto de ortigas.
Resumiendo y teniendo en cuenta que tan respetable y legal es la decisión del Superior como que nosotros digamos lo que opinamos al respecto: la lectura del formalmente artificioso dictamen puede provocar graves confusiones legales, al tiempo que consideramos errados, contradictorios e incluso retorcidos los considerandos que hacen los magistrados firmantes.